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Por si acaso

Son casi las tres Ha llovido toda la mañana con un plácido tintineo en la ventana y su música de aguas y sombras Qué cansado lugar esta rutina de archivos y teléfonos confusos de falsas palabras sin sentido o del falso sentido de las palabras del incoloro perfume de los despachos Pero ya son las tres Me fugo huyo del pantanoso lodo de los relojes de las teclas del ordenador de la pantalla de números y fórmulas Llegaré en dos horas (más o menos) y espero encontrarte si es posible desnuda sobre el piano o la mesa de planchar Sólo por si acaso.

Sin respuesta

Hace tiempo que te añoro (desde los estambres de la soledad a las cumbres de la melancolía) Hace tanto tiempo que recuerdo que no me soporto el sueño y no duermo sólo miro por la ventana y te busco ¿De dónde viene esta insatisfecha procesión? ¿Por qué no puedo tirar del tiempo y recuperar aquella tarde de verano en el parque, tomarte de nuevo la mano y decirte, como entonces, dame una oportunidad, sólo una, y te trataré como a una reina? Pero te fuiste en silencio... Ya no recuerdo a dónde.

Ofrendas

Dame un pedazo de tierra húmeda, oscura, perfumada y plantaré una semilla de vida febril de futuro incierto Ofréceme la lluvia de los otoños bajo los zaguanes de aquella ciudad que conocimos y donaré mis abrazos al aire generoso de la noche Muéstrame el lugar el momento de la entrega la frontera de tus labios frutales, carnosos reconquistados y no dejaré jamás de recibir la tierra la lluvia, los abrazos y este pudor indomable que me asciende cuando te miro y sonríes y es otoño y aún te espero

Rendición primera

No tengo ninguna fe ni un reducto insurgente de la esperanza de ayer ni tan siquiera las migajas derramadas por los abrazos o las gotas del mercurio azul de una sonrisa No me quedan ya las esporas de lo cotidiano ni las tareas secretas del pecado o la avanzadilla silenciosa de las miradas Ya claudicó el tiempo de la espera los pasos firmes la voz rocosa el silencio irrenunciable de las tardes el canto brevísimo del bosque o el crujido marino de los ocasos No tengo ninguna fe no me queda pasión ni retorno y amanece sin más cualquier día en que extraño indiferente la leve lujuria de esta piel herida.

Indicios del desaliento

Imagen
Parte de las cosas que se aproximan no me pertenecen son retales de un descuido porciones de soledad que un día -hace tanto tiempo- quedaron prendidas de una memoria exhausta entre los vórtices del olvido. Todo eso que se acerca -amenazante- no lo busqué en medida alguna parecen sombras que traiga un otoño próximo tormentas lejanas que nos muestran sus relámpagos de horizontes oscuros Pero sin poder evitarlo ya están aquí con su áurea de potestad sobre todas las cosas y todas las miradas con su peculiar manera de sujetarnos de intentar huir sin demora cuando ya nos aprisionan y se apoderan del día y de nuestros ojos para mirar de otra forma para no reconocer otra luz que su luz -sombras taciturnas- otra verdad que la verdad que nos anuncian -la falsa procesión de los suburbios- ...y ya están aquí y me nombran pero no son mías lo juro nunca antes las conocí jamás pude reconocerlas

Te espero

Te espero cosido a la piel me detienen el tiempo y la melancolía enredado en la sombra de la tristeza te busco incesante todos los días en que mi corazón requiere de tu mano cálida del abrazo de tus dedos para sobrevivir un instante más para destronar la piedra que lo aprisiona lo hace irreducible a la pasión cadáver de hielos árticos Te espero enzarzado a la noche prisionero de esta niebla de incertidumbres me apoyo en la esperanza de tu luz me sostengo al amparo de tu presencia requerida y enhebro las agujas del deseo con los hilos blancos de la ternura que guardan tus brazos tu boca de savias ardientes la fe que te tengo para redimirme para alzarme de esta caverna de huesos fríos de codiciosa tristeza. Te espero no tardes no te demores aquí estoy impasible sombrío desarmado

Frío

Busco un lugar frío un perdido espacio de hielos de nieve y nubes grises de bosques deshojados de casas con tejados negros y puertas de maderas anchas el silencio del frío las noches de las hogueras la expulsión de los insectos ese lugar sin sol ni bullicios en dónde me detenga a pensar aunque sólo sea un momento en la enorme sencillez de la soledad y el estrecho abismo de la melancolía.

Imposibles

Hay días que no puedo entrar ni en mi vida... cuanto menos hacerlo en tus brazos

El humo sobre el cristal

Lentamente la calle fue vistiéndose de sombras. Las primeras farolas encendían con lentitud sus bombillas viejas. La mujer avanzaba por la acera húmeda. Arrastraba un abrigo oscuro sobre sus hombros y unos tacones largos, casi eternos, acomodaban su paso breve y sensible. Un perro olvidado salió a husmear entre sus piernas para luego abandonarlas persiguiendo con ansiedad canina un ladrido lejano. Se detuvo ante el escaparate de la peletería. Encendió un cigarro que iluminó livianamente su rostro de mujer cansada, tomó una honda bocanada de humo que exhaló formando pequeños círculos contra el cristal humedecido. Al regresar a su camino miró un instante hacia el lugar en que se encontraba mi coche aparcado. No sé si escudriñaba en su interior intentando localizarme, pero sus ojos oscuros reflejaban la certeza de que alguien la observaba. Toqué la bocina y abrí la ventanilla mientras arrancaba el motor que crujió como un mar enfurecido un par de veces antes de ponerse en marcha. La mujer

De tu ausencia

En el breve y preciso tacto de la ceniza bajo la piedra oscura del tiempo en ese instante de penumbra que habitan la luz reconocida y la soledad En la tácita tarde adolescente por los caminos de la sangre perdida en ese mar de esqueletos que custodias eternamente y agotada de almas y suspiros En las manos que sustrajeron la locura del patio dónde anidan los vencejos y chistean nocturnas lechuzas blancas desde el frondoso árbol que toca tu ventana En los días del invierno fratricida de la osada cadencia de la lluvia de los ojos cansados en la costura penosa de todas las heridas En esta mañana de sol y flores amarillas por la música que estrofa mis oídos de silencios rotos y cadencias repetidas te extraño de nuevo y para siempre te persigo en las sombras y los gestos te escucho en la memoria escrita te anhelo en la luz que me sorprende desde la rendija ociosa de la melancolía.

Esto es un intento baldío...

Existe una fuga inhóspita en los versos que persiste en escapar desmesurada hacia lagunas, bosques, edificios en construcción o caminos por dónde nadie transita sólo el silencio la oquedad de los pasos invisibles del tiempo y las fieras palabras que nunca se pronunciaron Existe una bronca huida en el poema hacía planetas deshabitados paraísos perdidos papeles negros dónde la negra tinta del bolígrafo nunca dice nada un lugar de náufragos y viejas sirenas ahogadas a dónde emigraron las estrofas en dónde se perdió el rastro de las musas y sólo se escucha -de vez en cuando- el estridente crujir de las hojas del otoño en el fuego perpetuo de la desidia Esto es un intento baldío... ...para sobrevivir a este abandono feroz, cruel, descerrajado.