Rendición primera
No tengo ninguna fe ni un reducto insurgente de la esperanza de ayer ni tan siquiera las migajas derramadas por los abrazos o las gotas del mercurio azul de una sonrisa No me quedan ya las esporas de lo cotidiano ni las tareas secretas del pecado o la avanzadilla silenciosa de las miradas Ya claudicó el tiempo de la espera los pasos firmes la voz rocosa el silencio irrenunciable de las tardes el canto brevísimo del bosque o el crujido marino de los ocasos No tengo ninguna fe no me queda pasión ni retorno y amanece sin más cualquier día en que extraño indiferente la leve lujuria de esta piel herida.