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Matemáticas puras

Ya te dije que no siempre dos mas dos eran cuatro ni que la suma de los catetos era siempre igual a la hipotenusa Pero no todo es matemáticas o geometría ni todo es cierto o erróneo cuando te contemplo frente al escritorio con calculadora en mano y el lápiz de punta blanda que te regalé averiguando el coste de la vida y de la muerte mirando de reojo las noticias en el televisor y sonriendo cuando te digo que no existe la certeza en los números primos ni la objetividad de las palabras en los sonetos Ya te dije que no siempre el orden de los factores deja de alterar el producto Y si no pregúntale a tu mano que ahora roza mi pecho buscando el resultado más práctico de dos pieles que se encuentran y no son cuatro ni hipotenusas ni números ni palabras ni tan siquiera un poema ni el factor ni el producto Sólo el deseo y la fracción de tiempo que tardas en buscar mi boca y desentrañar esta fiebre de sexo que ni es puro ni matemático.

Un huracán nos llega

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Atroz la mañana se viste de lluvia de relámpagos de luz mortecina y de estruendo En la ventana salpicada de tormenta sólo el rugido del viento En la calle el grito de los charcos atropellados por los coches y el camión de la basura Inexperto yo en esto de huracanes me oculto bajo la cama con un libro de poemas y tapones en los oídos Avisarme cuando llegue la calma si no he muerto atravesado por las palabras.

Este silencio

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Este silencio habita un sepulcro, un cementerio de almas decapitadas, de cuerpos fríos... Este silencio es un barco que cruza un mar de hielos frágiles, indecisos. Este silencio inunda las cavernas de los sordos, las tenues veredas del bosque que atardece, la ciudad que un día creyó en su futuro y ahora es piedra inverosímil, calles de vientos en fuga. Este silencio no es mío, tampoco de tu boca camuflada, de la linea espesa e inamovible de tus sueños. Tal vez mañana se despierten los cuerpos, los hielos, el bosque, la ciudad y tu boca, y no haya más silencio que el de la muerte paseándose, desnuda, por las azoteas del invierno, en las grutas del desierto, en los blancos fusiles de los hombres sin alma.

Lo que dura una canción

Salgo del trabajo tengo una hora (sólo una) para comer y regresar Llevo un mundo de músicas en el bolsillo y escucho en mi soledad con auriculares blancos a Lisa Hannigan su tema Sea song cauteriza algunas heridas y me hace transitar entre los niños que salen del colegio y sus padres apresurados con cierta agilidad y despreocupación Un poco más adelante me asalta un rostro conocido una mujer con la sonrisa al descubierto que me saluda me mira corta mi trayectoria con un gesto de reconocimiento Treinta años es mucho tiempo incluso para saludarse como si nos hubiéramos visto ayer mismo Asombrado la recibo le consulto sobre su vida hablo de mi trabajo de la hora para comer de las prisas Ella me habla de su divorcio del paro de estos días desconcertados y violentos de tomar un café (o lo que se precie) otro día que me encuentra muy bien como si no hubieran pasado los años por mis canas No quiere molestar más se despide con dos besos al aire de mis mejill

Insomnio

Tarda en caer la noche en ese presagio de silencios del que tanto hace gala la oscuridad y se alimentan los sueños mudos Desde la ventana del dormitorio azul imprecisas luces se filtran como libélulas en la calle algunos jóvenes vociferan borrachos del regreso desordenado de su fiesta de alcohol y desmemoria Incapaz de dormir me levanto lleno el vaso de agua del grifo y cojo galletas del estante de la cocina dónde se acumulan latas y recipientes Miro por el balcón la inmovilidad de la noche algunas voces que se alejan y otras que se aproximan amenazando asiento con la cabeza sobre la posibilidad de no encontrar el momento adecuado para dormir ni la hora precisa para rendirse No pesa la noche sobre las sábanas ausentes ni es necesario resarcirse de sueños no invocados Es posible que escriba en el ordenador algunos versos sin futuro que me reconozca en el espejo antes de salir (infausto destino del insomnio) al agotador descalabro de los oficios del día

Si no vuelves

Y que haré si no vuelves que dilemas renacerán de sus cenizas si desapareces si dónde anidaba tu cuerpo quedase sólo un haz de luz mortecina si por dónde acampaban tus manos le sucediera un enjambre de huellas dactilares frías y desdibujadas Y que haré si no vuelves si la clandestina muerte abraza tu corazón oculta tu rostro y deja en su lugar una sombra deshilachada un retazo de memoria en declive la frágil frontera entre un naufragio y una lengua de mar que apenas roza mi espalda y me desvela para siempre

Es tarde (II)

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Es tarde si me acompañas a la sombra transparente de la noche prometo quedarme un día entero sobre tu cama junto a tu cuerpo entre tus brazos en silencio Es tarde quizá demasiado tarde si puedes acompáñame y no pronuncies mi nombre no es necesario ni es el momento preciso Es tarde tal vez deba recoger la mesa y los papeles apagar el ordenador decir que te quiero -un beso como un disparo- y dormir algunas horas antes de regresar al vacío intenso de la ciudad

Gritos en la almohada

Ya te dije que es inútil hablarle a la almohada ¿por qué le gritas? La noche está cargada de ruidos de mosquitos que zumban sobre mi cabeza de coches que cruzan la calle con su música estridente y su claxon incontrolado Ya te dije que hablas en sueños pero que no entiendo lo que dices que me golpeas enojada sin que haya culpa para ello Bueno que sueñas y te mueves inquieta gritas a la almohada me abrazas y a veces lloras sin lágrimas Se que mañana no recordarás haber gritado ni el llanto seco de tus sueños Algún vecino pensará que te he matado llamará a la policía y habrá que aclarar el malentendido o tal vez no sea así me despertaré y no estarás como ayer que pasé toda la noche buscándote gritando a la almohada empapada de sudor y lágrimas invisibles.

Península en llamas

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Arde la tierra y sus fronteras. El bosque arde sin estridencia, en silencio, como si un camino nuevo le cruzara el follaje y la memoria de siglos al sol. Arde la tarde, también, bajo el mirar incendiado de los pájaros, de su imposible posar el vuelo sobre el humo que atrapa la luz y la esconde. Arde la longitud del ocaso, la linea del horizonte ya perdido, el agua caldeada de los estanques, los puentes y los ríos (que reflejan las llamas, su rojiza iridiscencia). Hay un corazón grabado con dos nombres en el tronco de un árbol que arde sin piedad y sin pausa. Quebrado el corazón, oscuro de cenizas, desfallece el tronco que se dobla, se hace astillas negras, se derrumba sobre el suelo camuflado de fuego y soledad. Arde paciente el valle, la loma dónde reposa una casa que se incendia, se nubla de gris el cielo azul de verano y se abren tempranas columnas de humo y de muerte. Una península en llamas y desesperanza. El desequilibrio de lo vital y lo perecedero. Desde el sur al

Es tarde

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Es tarde, ¿y si nos vamos a dormir?.  Cualquier rincón es bueno, una cama en lo oscuro también es un refugio. Sólo pretendo soñar; cualquier sueño es bueno, uno con música o una orilla de mar que siempre regresa, también pudiera ser una isla, un lugar a donde ir y no saber siquiera ni su distancia ni su paradero. Allí siempre habrá una manera de reconquistar lo que perdimos...  Es tarde, ¿y si duermes conmigo?, como si fuera habitual, imperecedero... ya sabes.

Indicios

A veces me cruzo en la calle con alguna mujer y nos miramos. En un instante brevísimo nuestras pupilas coinciden y una especie de tacto eléctrico sacude mi corazón. En ese momento se nutre mi cabeza de una historia vieja de amor y pasión que, con certeza inexcusable, sé que jamás, nunca, sucedió. Otras veces un rostro que creo conocer, me sorprende en el metro, en el vehículo detenido a mi lado, en alguna fotografía que alguien me muestra, o en el reflejo cristalino de los escaparates. Y mi mente analiza y busca en los archivos de la memoria sin solución aparente, pero con el frágil anhelo de haber vivido otra vida  en la que ese rostro me reconocía. Alguien camina delante de mí, a escasos metros, y su espalda y su andar me recuerdan a quién amé, y por un instante creo que he gritado su nombre. Pero nadie me contesta, ni aquella figura se vuelve a mirar. Se pierde tras una esquina y desaparece para siempre. Una voz al teléfono me hace temblar, pero no es la voz que esperaba, ni

Si fuera posible

Necesito tu abrazo con urgencia el tibio tacto de tu cuerpo recogido en mi pecho mi cabeza apoyada en el perfume ancestral de tus cabellos Necesito con premura un manojo de tiempo sólo para nosotros sin prisas ni paréntesis con fondo de tenue luz y la voz de Teresa Salgueiro cantando haja o que houver por ejemplo Tan solo necesito eso con cierta urgencia y repetidamente si fuera posible Y que nadie ni nada de este o cualquier otro mundo pudiera jamás interrumpirnos

El odio

¿Qué cáncer atroz envenena el corazón del hombre que odia? ¿Qué rugido feroz invade la cabeza del hombre que odia? ¿Qué sabor tan amargo inunda la boca del hombre que odia? ¿Qué alimaña devora la ternura y la piedad del hombre que odia? No es el miedo si no el odio la más cruel de las celdas dónde encarcelar para siempre el alma derrotada del hombre.

Ausencias

Nunca te conocí jamás toqué tu boca ni alcancé tu risa Nunca estuvo en mi mano tu mano ni tu espalda fue refugio de mi espalda jamás roce tu frente con mis dedos ni reconocí tus pasos junto a los míos Nunca tu voz recriminó mis palabras ni mis ojos recorrieron tus grises ojos jamás mi silencio compartió tu silencio ni aquella leve luz de la tarde recogió tu sombra sobre mi sombra Nunca soporté la levedad de tu cabeza sobre mi hombro jamás adiviné tus pensamientos ni encontré un tímido cabello tuyo perdido en mi camisa Nunca supo el zaguán de mi casa de la lucidez de tu piel tan blanca jamás robaste un beso en los rincones oscuros de mi calle ni estuvieron las vecinas adivinando la oculta sugerencia de tu nombre Nunca supe del perfume en tu nuca ni el tacto incógnito de tu cuello jamás supe del roce frutal de tus brazos ni la brevísima luz que anidaba en tus labios Pero encontré una mañana el segado camino de las esquelas en

Mi madre

Mi madre regentaba en la cocina el servicio de los fogones y los cubiertos la obediencia de los platos y cacerolas la posesión de las sartenes y cazuelas Mi madre discutía el poder de los vapores a las verduras y pescados mientras exigía a las frutas el zumo necesario y a las carnes su prestancia y aroma Mi madre cosía las mañanas con hilo de aceites y pan recién tostado asía el desdén de los sueños con besos de leche y mantequilla sobre las galletas y a veces sólo a veces depositaba en la ventana una planta nueva para ahuyentar los malos augurios y alejar el vuelo pertinaz de las moscas Mi madre disponía en la cocina los paños y manteles ordenaba los cajones y los estantes del desordenado bullicio de la sal y las legumbres calculaba en las cerradas cajas el contenido exacto de dulces o medía con precisión  el exuberante vacío de las jarras Mi madre regentaba en la cocina el débil y sinuoso desliz de las caricias el invocado be

La joven del acordeón

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Hace ya más de un año que publiqué aquí un poema titulado " la joven y el acordeón ". Ahora os paso una nueva versión para que me digáis cual os gusta más... si os apetece. La joven tocaba el acordeón ¿O era el acordeón quién robaba de la joven el tacto quebrado de sus manos? La joven tocaba el acordeón sobre la calle colonizada de sombras frente al escaparate de todas las miradas y la presencia sutil de los niños y los gatos El acordeón palpaba la sombra de la joven danzaba junto a ella con ese continuo taconeo de teclas y suspiros Y mirábamos la canción que emergía de sus dedos claustrofóbicos del fuelle estirado y lírico del sonoro relucir del silencio de las pausas quebradas por las voces de una calle diseccionada por una joven y su acordeón Más arriba Pessoa y la palabra el verbo y la metáfora Atrás una canción portuguesa regresaba al corazón de una joven que tocaba el acordeón como si el acordeón le tocara el alma Era Lisboa otoño do

La pértiga

Mide por su mano el tiempo y la distancia toma la pértiga con fuerza y mira al frente corre con pasos largos y decidido empeño clava la vara con precisión en la tierra (como un rejoneador en el lomo de la bestia) Ahora vuela se alza en el clamor del estadio alcanza la distancia precisa la altura calculada y roza levemente con su cuerpo la débil frontera del listón materia cálida de la victoria o la derrota Cae hacia la lona sin despegar sus ojos de aquel temblor sublime mientras la pértiga se desploma lentamente al lado opuesto El estadio puede rugir o lamentar aplaudir o murmurar sólo hay un paso hacia el éxtasis o la desesperación sólo un segundo dónde la luz o la sombra habitarán por un instante en el mismo espacio en el mismo corazón Queda la pértiga tumbada sola en el suelo vigilante anónima de una escena en dónde su flexibilidad y su templanza serán la esencia misma del desenlace.

Residencia última

En torno al silencio no hay nada sólo esta noche interminable Lejos de las palabras ruge la soledad en este cretino paisaje oscuro e invisible Es la no luz al final del túnel no necesito mayor explicación la ruina perenne del cuerpo que claudica bajo la tierra barro y raíces que sujetan el escombro de mis huesos No es la luz sólo la intransigencia de la carne que no resiste ya ni más estupor ni todo el peso de la vida.

Refugios

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Un rincón dónde refugiarse del insostenible peso del mundo El bosque y el mar que nos tutele de la osadía cretina de la vida La música que nos rescate del atrevido presagio de la tristeza La luz más oculta que nos salve de tanto dolor

La despensa

Esa capilla de latas y botellas vacías recreaba el escondrijo más seguro la frontera entre lo ocioso (juguemos al escondite) y el temor más desconsolado Si las pesadillas podían renacer de sus cenizas de sueños y cristales ese lugar era la despensa con su bombilla fundida y su puerta cerrada por fuera No hay tanto horror ni tanta placidez insoportable.

Limbo

Voraces sombras me buscan allí dónde no estás tú ni las ciudades que descubrimos en este lugar anacrónico que habito desde aquel día que no regresaste y se hizo nocturna la tarde para siempre

Al margen

Al margen de estos viajes que siempre estuvimos acometiendo de los planes y los planos de las ciudades por visitar de las noches en que amarnos Al margen de todo ello nunca supimos abrir la puerta y salir para no regresar jamás.

Poema al que no le hace falta título

Nunca miré tus manos tus ociosas manos desconocidas ni acaricié tus brazos de sobrios destellos Jamás quise medir tus ojos ni abrigar tus labios de la tenue saliva del beso En ningún caso me importunaron tus piernas de salitre ni las alas plegadas en tu espalda Y te sigo buscando detrás de cada esquina en las sombras de la casa por las veredas de la tristeza o entre las orillas eléctricas de todos los sueños.