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Mostrando entradas de abril, 2013

Moscas en la boca

Un rubor de alas invisibles palpita en la comisura de tus labios. Un rugido de patas minuciosas recorren tu rostro salpicado. Cientos de ojos, decenas de trompas succionan de tus párpados la agotada sal de las últimas lágrimas, la impasible mirada ausente, este marginal despropósito de quietud en que te apoyas. Un quejido de luz avienta el vuelo de las moscas, un golpe de sopor las hace huir por un instante mínimo y escaso. Retornaran tozudas y hambrientas a robar de tu boca el exiguo alimento, la dulce saliva que la muerte exige en las ascuas del último día, en sus fauces de sombra y olvido. Las constantes moscas, el proceloso zumbido de su empeño.

El coleccionista de tristezas

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Acaparo todas las tristezas, colecciono penas en carpetas de viejos colores agotados. Recopilo pesares, desesperanzas antiguas y nuevas desolaciones. Las reúno pacientemente y las voy colocando con mesura, evitando que alguna se rompa o se quiebre, no quiero perder sus brillos ocres y desgastados. Cuento las añoranzas por docenas, las coloco en orden de tamaño, intensidad e insistencia. Tengo la casa ocupada de lágrimas inútiles, de las desazones más perentorias, del humo oscuro del desamparo. No puedo evitarlo, recojo de las calles las muecas y las razones de los tristes, se agolpan en mis manos, desbordadas se apresuran a ocupar mis bolsillos, escalar por mis brazos y esconderse bajo mi camisa, muy cerca del espacio intercostal en que, temeroso y asustado, se oculta mi corazón. Colecciono penas y pesadumbres, incluso las protejo de su insistente compostura suicida, pero ya no queda espacio en la casa ni lugar seguro en mi cuerpo dónde colocar a buen recaudo la cálida y